La primera vez que el apellido Tostado tomó relevancia fue en el año 2008, cuando autoridades de la Fiscalía bajacaliforniana colocaron un espectacular en una de las calles más transitadas de Tijuana, en el que se leía: “Eduardo González Tostado, secuestrador”.
Él era el testigo principal que llevó a la captura de Nancy, “La Secuestradora de Narcos”, quien con su belleza seducía a sus víctimas. Eduardo fue uno de los plagiados.
La valla de unos tres por cinco metros se erigía en la rampa de la colonia Buena Vista, una zona universitaria. Un hombre joven –probablemente treintañero– de pelo recortado, barba de candado y ojos chiquitos miraba de frente.
El anuncio de la Procuraduría General de Justicia Estatal (PGJE) duraría apenas unas horas: la mañana siguiente amaneció quemado; ni la cara de Tostado y otros secuestradores era reconocible.
Las autoridades judiciales no volvieron a imprimir sus rostros. Aunque para ese entonces, los ensenadenses que viajaban desde el puerto hasta la universidad habían identificado al hombre del cartelón.
Eduardo tenía 33 años, nació en Ensenada y era conocido por ser dueño de dos lotes de carros y una empresa de transporte en Chula Vista, en Estados Unidos.
En México, era propietario de los “Mariscos el Pacífico”, un restaurante recordado porque abandonaron tres tambos llenos de ácido con restos humanos en la puerta. En ese entonces los rumores entre ciudadanos eran de que González Tostado era un narcojunior.
Lo que se desconocía es que no podría ser detenido por autoridades mexicanas, pues se había convertido en testigo protegido de EU.
Un año antes fue secuestrado por una banda llamada “Los Palillos” y su declaración fue primordial para la captura de los integrantes de ese grupo criminal, donde destacaba la hermosa Nancy Mendoza.
Su cabello rizado impactaba: largo. Su rostro dejaba al descubierto unos ojos almendrados. Su nariz era respingada, sus cejas delgadas y sus labios carnosos. Pese a ser delgada, destacaban sus caderas y pechos exuberantes, que hacían parecer que tenían una cintura milimétrica.
Nancy Michelle Mendoza tenía 19 años de edad cuando comenzó a secuestrar sólo a narcotraficantes. Su belleza le valió un lugar en la organización criminal “Los Palillos”.
De acuerdo con información del Buró Federal de Investigación (FBI, por sus siglas en inglés), esta banda perteneció en alguna época al cártel de la droga de la familia Arellano Félix. El líder de “Los Palillos” era Jorge López Rojas.
La agencia estadounidense documenta que la guerra se suscitó cuando los Arellano mandaron a asesinar al hermano de López Rojas, por eso su principal objetivo fue crear una organización para secuestrar a todos aquellos “arellanistas” refugiados en San Diego y cobrar cuantiosas cantidades por su liberación.
De 2004 a 2007 se les vinculó a una ola de crímenes en la que secuestraron a 13 personas y nueve murieron. La fiscalía de California, en San Diego, determinó que Nancy participó en los plagios.
La joven estudiaba Derecho en la Universidad Autónoma de Baja California. Algunos compañeros de la facultad recuerdan que sólo llegó al tercer año de la carrera.
“La verdad nunca nos imaginamos que secuestraba narcotraficantes”, dice con asombro un ex alumno. Compañeros de la materia Penal 1 comentan que Nancy era ostentosa, le gustaba usar ropa de marca y bolsas de diseñador, aunque siempre argumentó que sus padres tenían dinero. No les sorprendió saber que fue novia de traficantes, “pero ¿secuestradora de narcos? ¡Eso nunca!”.
Trabajaba en una notaría por las tardes y en las noches le gustaba salir a bailar, y tomaba mucho, según sus compañeros.
De acuerdo con las autoridades estadounidenses, Nancy incursionó en el secuestro de narcos porque era novia de uno de los cabecillas de “Los Palillos”, Juan Francisco Estrada González. Hoy Nancy tiene 25 años y se convirtió en una de las mexicanas sentenciadas a doble cadena perpetua en EU. La tijuanense jamás saldrá de prisión ni cumplirá su sueño de ser abogada en México.
Los plagios
A Manuel López Núñez le decían “El Balas”, era un lugarteniente del cártel Arellano Félix en Tijuana. Autoridades al interior del Consejo de Seguridad Pública informaron que era el encargado de cruzar la droga hacia EU al grupo criminal. Fue probable que por eso en 2006 decidió enviar a su hijo a un lugar fuera de México: a San Diego.
Allá, su hijo Érick fue seducido por “La Secuestradora de Narcos”. Al salir de una fiesta, la joven informó a “Los Palillos” su paradero. Según reportan medios en San Diego, entregó al hijo del narcotraficante.
Meses después, con sus encantos, enamoró en EU a Jorge García Vázquez, un hombre de 58 años de edad, quien era el cuñado del “Chuy” Labra, consejero mayor del Cártel Arellano Félix.
Ese 2006, la joven calculó sus pasos: se inscribió a un gimnasio en Chula Vista, San Diego. El cuñado del narcotraficante Jesús Labra trabajaba de instructor en el lugar. Durante meses, Mendoza se dedicó a enamorarlo. Usaba ropa deportiva pegada, camisas escotadas y así lo conquistó. Según la fiscalía, por ello, se logró el secuestro.
Un trabajo bien planeado
Cuando Eduardo González Tostado conoció a Nancy, recuerda, en sus declaraciones judiciales, ella caminó directo hacia él y se veía muy bien; estaba sentado en un café de Chula Vista arreglando la venta de un “Jaguar” con David Valencia, un viejo amigo que lo contactó.
Según la transcripción de las audiencias preparatorias al juicio, sería el cumpleaños de su esposa y deseaba regalarle un carro de 40 mil dólares. “Va a venir una amiga”, primero le advirtió Valencia a González Tostado.
Desde ese día Valencia y Mendoza iniciaron el trabajo para secuestrar a Eduardo, a quien un año más tarde –revelaría la PGJE– era buscado por plagio. Nancy secuestraría al secuestrador.
A González Tostado lo impactó y le pidió su teléfono; unas cuantas llamadas por radio fueron suficientes para concretar una cita. “Vamos a la cantina de los remedios a Tijuana, pero primero tengo que ir a la casa de mi tía a cambiarme, recoger mi pasaporte y dejar mi carro”, dijo Nancy a Eduardo, quien aceptó.
Años más tarde, el mismo Eduardo declararía ante una corte que fue por una botella de coñac y un paquete de condones. Después llegó al número 1539 de la calle Point Dume, en Chula Vista, San Diego, donde supuestamente Nancy “vivía con su tía”.
El 8 de junio de 2007 apareció la bella Nancy. Eduardo recuerda que la mujer tomó las bolsas con botellas; acto seguido, sintió un golpe en la cabeza. Después todo fue confuso. “Alguien me agarró las piernas de atrás, y de la parte de enfrente dos personas venían corriendo, una de ellas llevaba una pistola y el otro estaba vestido de policía. Con chalecos negros, gorras y la cara tapada”, resalta en su declaración ante autoridades de Estados Unidos.
“Me tumbaron al piso, me dieron choques eléctricos en la parte baja de la espalda y me ataron; ya no me podía mover. Defequé y me oriné. Me ‘enteiparon’ –palabra que usó para describir que lo cubrieron con cinta adhesiva– y pusieron una toalla en la cabeza”. Después del trajín de su captura escuchó un “ya te tenemos, ¿no que muy chingón?”, señala.
“Le llamaron a mi esposa y le dijeron: ‘mira, pinche vieja, si quieres volver a ver a tu esposo o si no quieres que te lo mande en pedazos más te vale que contestes el teléfono’”. Todo continuaba confuso para Eduardo hasta que escuchó que a un hombre dijo “ya te puedes ir”. Ahí Tostado González entendió que Nancy Mendoza planeó su secuestro.
“Los Palillos” solicitaron un rescate de un millón de dólares, pero la esposa de Eduardo logró reunir sólo 193 mil 900 dólares. Para no correr riesgos, lo primero que hizo la familia fue contactar al FBI; agentes pusieron en el maletín del dinero un dispositivo de rastreo.
Fue así como el 16 de junio de 2007, luego de siete días se secuestró, amarrado a unas escaleras, el FBI logró la captura de “Los Palillos” y la liberación de Tostado. Nancy logró salir de Estados Unidos; sin embargo, en 2010 fue aprendida en Tijuana y más tarde trasladada al penal Santa Martha Acatitla.
Según la Procuraduría General de la República (PGR), debía ser extraditada a EU bajo el móvil de “mujer que gustaba de relacionarse con hombres casados invitando a sus víctimas a pasar a su casa, donde sus cómplices los golpeaban o bien para torturarlos con descargas eléctricas con pistolas de electrochoques”. Nancy obtuvo ganancias de hasta 15 mil dólares por secuestro.
Mientras que Eduardo, pese a los cargos por delincuencia organizada en México, consiguió ser testigo protegido a cambio de entregar a Nancy y “Los Palillos”, quienes enfrentan condenas de cadena perpetua y pena de muerte.
Abel Galván, subprocurador contra la Delincuencia en Baja California, dice que son respetuosos de las autoridades estadounidenses, aunque acepta que el nombre de González Tostado aparece en los expedientes mexicanos y hacen mención como miembro del cártel Arellano.
“Cuenta con un mandamiento judicial activo, ese es su antecedente”. Eduardo goza de la libertad, mientras que Nancy el 2 de septiembre fue condenada en EU a dos cadenas perpetuas por dos cargos de secuestro con extorsión.
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