Nunca hubo reportes oficiales sobre detenciones por el asesinato de Juan Luis Lagunas Rosales, mejor conocido como “El Pirata de Culiacán”, un joven que creció, apenas vivió y murió en un México violento, bañado por la sangre de la guerra contra el narcotráfico.
Este miércoles 18 de diciembre se cumplen dos años desde que desconocidos se metieron por la puerta de un bar de Zapopan, Jalisco, y le arrebataron la vida. ¿Alguien fue aprehendido por los hechos? Las autoridades de Jalisco confirmaron a Univisión que hasta diciembre de 2018, hace un año, nadie estaba tras las rejas por el crimen. Luego hubo silencio.
La historia de “El Pirata de Culiacán”, como la contó en varias ocasiones, estuvo plagada de dolor. Su padre se marchó sin conocerlo. Su madre lo abandonó a su suerte. Tuvo que resistir los “fierros” del mundo desde el día uno y hasta el último, cuando sicarios ingresaron al centro nocturno jalisciense y le dispararon a quemarropa en al menos 15 ocasiones.
“El Pirata de Culiacán” nació en Villa Juárez, localidad del municipio de Novalato, Sinaloa, entidad controlada y disputada al Cártel de Sinaloa desde hace varios lustros. Su abuela lo crió, pero no pudo darle lo necesario para alejarlo de las calles, del trabajo infantil. Era un adolescente cuando se ganó sus primeras monedas lavando carros.
En 2014, cuando tenía 14 años y la edad ya le daba para cursar el segundo año de secundaria, Juan ya había tomado otros caminos, lejos de la educación. No tuvo oportunidad para estudiar, para “traer la papa”, como decía. El acarreo de sillas y mesas acercaron al muchacho a las “pachangas”, al alcohol. Y entonces lo atrapó el mundo de las drogas.
Empezaron, así, a aparecer fotos y videos de él con armas, con botellas, en apuestas, cantando corridos y gritado borracho insultos que le trajeron la fama. Su arrojo y su vida lo llenó de miles de seguidores en sus cuentas de Facebook, Twitter e Instagram. Y así sintió que él, hijo del abandono, tenía sentido.
La fama se le asomó con un video, de 2015, en el que luego de beber un “whiskito” pierde el sentido y cae noqueado al piso. A partir de ahí ya no se detuvo: compartió escenario con bandas norteñas, condujo carros del año; recibió dinero (o al menos era lo que él decía) por cada “morro” que lo insultó. Fue arrastrado por policías municipales, protagonizó shows, inhaló cocaína, cantó. Y una noche decembrina, en la víspera de la grabación de “un documental”, fue ejecutado.
Antes de ser asesinado, en aparente estado de ebriedad, Lagunas Rosales fue grabado vociferando insultos contra Nemesio Oseguera Cervantes, alías “El Mencho’’, otro mexicano que creció junto a la pobreza de una huerta de aguacates, la migración y deportación, la violencia.
“El Mencho me pela la verga”, dijo Lagunas Rosales.
Medios de comunicación pusieron atención al insulto que lanzó contra el líder del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).
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