El Cártel del Golfo está armando a adolescentes con “cara de niños” y los está convirtiendo en sicarios, asegura el diario británico The Mirror.
Las fotos difundidas por el rotativo muestran a cientos de jóvenes empuñando armas de fuego de alto calibre, pistolas y cuchillos. Inclusive algunos de estos podrían ser niños mayores de 12 años de edad, indica el medio extranjero.
La nota firmada por Anna Dubuis dice que las “fotos son impactantes”, ya que que estos jóvenes cargan armas, como fusiles de asalto AK-47, que son “de la mitad del tamaño de su cuerpo”, mientras sonríen a la cámara.
Algunos supuestos sicarios del Cártel del Golfo posan además usando chalecos antibalas y portando granadas. En otra fotografía se observa a una mujer drogándose.
“Las fotos [más de 100] se filtraron a un blog de México, el martes, acompañadas con el mensaje:’Somos sicarios y no nos da miedo mostrar nuestra cara, para que vean puro Cártel del Golfo’”, publicó The Mirror.
El diario británico asegura que autoridades mexicanas les revelaron que publicar este tipo de imágenes en la red se ha convertido en una tendencia reciente en las tácticas del Cártel para intimidar a otros grupos criminales enemigos.
The Mirror cita a InSightCrime, el cual asegura que el Cártel del Golfo ha ido perdiendo terreno frente a los grupos rivales.
El grupo criminal, que ha sufrido duros golpes por parte del Gobierno y de sus enemigos, tiene su base de operaciones en Matamoros, Tamaulipas, ciudad fronteriza con Brownsville, Texas, y tiene una presencia significativa en otros 2 estados: Nuevo León y Veracruz.
Los Zetas fueron el brazo armado del Cártel del Golfo antes de que se conviertan en facciones rivales. Por otra parte, en su momento el fundador del Cártel, Osiel Cárdenas Guillén, fue considerado uno de los más poderosos narcotraficantes mexicanos. Sin embargo, fue arrestado en el año 2003 y el resto de sus líderes han sido asesinados, dice el rotativo extranjero.
En sus comienzos la actividad principal de la organización fue el contrabando de licores, por lo que se le considera el grupo criminal más antiguo del país.
JÓVENES CRIMINALES MARCADOS PARA SIEMPRE
De acuerdo con la agencia EFE, en México hay unos 5 mil jóvenes presos por la comisión de delitos graves, de los cuales el 22 por ciento por homicidio, una elevada cifra que empaña una realidad todavía más lacerante.
Muchos de estos niños y adolescentes caen en las redes del crimen organizado por problemas familiares, pobreza, desescolarización o adicciones y se ven abocados a incurrir en delitos que les marcarán para siempre.
“La mayoría de los chicos que se enrolan en el crimen organizado viven un infierno. Están en shock, y en su vida imaginaron tener que ejecutar, o descuartizar, a una persona”, explicó a la agencia el ex delincuente juvenil el Maru, hoy facilitador de procesos educativos en la organización social Cauce Ciudadano.
“Son víctimas del abandono de la protección del Estado, de su familia y de su comunidad, aunque al mismo tiempo victimarios, pues lo primero no les exime de responsabilidad penal”, agregó el director ejecutivo de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim), Juan Martín Pérez.
El resto de menores internados cometió robo con violencia, o portaba arma prohibida, o robo de vehículo, o participó en un secuestro, o cometió delitos contra la salud y el resto es delincuencia organizada, según datos oficiales.
En México, todos recuerdan a Edgar N. “El Ponchis”, un niño involucrado desde los 11 años con la delincuencia organizada, quien tras su detención en 2010 con 14 años confesó haber degollado a cuatro personas por órdenes de un narcotraficante del cártel del Pacífico Sur.
“Los niños sicarios son considerados desechables, porque el crimen organizado no busca nuevos líderes ni crear una ‘escuela’ para que cuando sean mayores sean ‘mejores’. Los usa y se deshace de ellos”, explicó Pérez.
El Maru coincidió con él y recordó que en la localidad del céntrico Estado de México donde nació, Ciudad Nezahualcóyotl, muchos jóvenes enrolados en el crimen organizado son carne de cañón: “Cuando caen en la cárcel, enseguida contratan a otro”.
En este desfavorecido suburbio de la capital, el Maru pasó su juventud como pandillero y acostumbrado a cometer delitos menores como el robo o la extorsión, en un entorno violento pero sin presencia del crimen organizado, recordó.
Con la llegada de los cárteles en la última década, añadió: “Se rompió el código y se rompieron las pandillas. Te puedo decir que el 50 por ciento de mis ‘homies’ (amigos) ha sido utilizado por el crimen organizado. Tenemos muchos muertos, muchos en prisión y otros que siguen trabajando”, dijo.
Enumeró los pozoleros, dedicados a deshacerse de los cuerpos, el que mueve los bultos (cuerpos), el halcón, que vigila las fuerzas de seguridad, el llamado equipo de fuerza -secuestrador- y los torturadores, describió el Maru, que tras alejarse del hampa hace más de un lustro hoy coordina talleres y proyectos para la prevención y atención de jóvenes de barrios conflictivos.
“No te creas que si matas cinco te van a pagar más. Debes entenderlo como una empresa. Antes trabajar para ellos daba muchos ingresos, hoy incluso pagan menos que en una compañía”, destacó el Maru, que hoy supera la treintena.
En esta espiral de violencia y con la lógica mercantilista de los cárteles, se refuerza la idea del joven sicario -en su mayoría varón- como víctima y verdugo, que además si intenta resarcirse, corre el peligro de ser ejecutado por el mismo narco.
Es por ello que el director de la Redim denunció que desde las esfera pública se haga hincapié en la “peligrosa” cifra redonda de los mil menores sicarios.
“Genera rápidamente la reacción de actores que dicen: ‘Hay que encerrarlos’. Sin ver que el problema es de orden político y cultural”, aseguró Pérez, favorable de transitar definitivamente de un modelo punitivo carcelario a uno que priorice las medidas socioeducativas, una visión secundada por muchos especialistas del sector.
Actualmente, en México se separa a adultos de menores criminales, estos se recluyen en centros de tratamiento, aunque la Comisión Interamericana de Derechos Humanos probó en un estudio que la privación de libertad llevaba al 80 % de los jóvenes presos a reincidir, agregó.
La profesora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores de antropología Social, Elena Azaola, se pronunció a favor de “reincorporar sanamente a los jóvenes a la sociedad”.
Si se compara la tasa de adolescentes criminales con la de adultos, la diferencia es contundente: de 50 por cada 100 mil jóvenes a 220 por 100 mil adultos, señaló recientemente en una rueda de prensa.
La grave problemática impacta en el tangible más valioso para el futuro de una nación, sus niños y jóvenes, y por ello ya ha recibido atención internacional.
El Comité de los Derechos de los Niños de las Naciones Unidas denunció recientemente el reclutamiento de menores en México por parte de la delincuencia organizada.
Dijo que las medidas políticas han sido “insuficientes” e instó a aplicar un protocolo que aleje a los menores del crimen.
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