Su actividad en el narcotráfico viene de familia. En los años ochenta, su padre, Margarito Flores, un migrante mexicano, era un conocido narcomenudista en Chicago, Estados Unidos. Él puso los cimientos de lo que sería un próspero negocio para sus hijos, quienes ayudaron a encumbrar a uno de los narcotraficantes más grandes de la historia, Joaquín “El Chapo” Guzmán.
Los gemelos Margarito y Pedro Flores, actualmente presos en EEUU, fueron la pieza clave para que el Cártel de Sinaloa logrará convertirse en el principal distribuidor de droga en Norteamérica. Su alianza con “El Chapo”, a través de su hijo Alfredo Guzmán, les permitió amasar una fortuna, pero también tener acceso a información privilegiada que podría usar la Fiscalía en el juicio contra Guzmán Loera, extraditado este año.
“‘El Chapo’ sabe que lo que declaren los gemelos va en contra de él, con ellos la tiene perdida porque ya son informantes de la DEA (la agencia antidrogas norteamericana). Los hermanos lo pueden hundir en un juicio. Son oro molido en información”, dice a Infobae Alejandra Almazán, autora del libro El más buscado, que muchos han calificado como la historia de Guzmán Loera relatada en ficción.
Considera que si el juicio contra el capo, programado para el próximo año, es imparcial y no se presta a ninguna negociación, el testimonio de los gemelos será clave para hundirlo porque como sus “distribuidores estrella” además de información sobre la organización criminal tienen nombres de figuras importantes que ayudaron al crecimiento del cártel a ambos lados de la frontera.
A los Flores se les atribuyó haber entregado en 2009 a Vicente Zambada Niebla, “El Vicentillo”, hijo de Ismael “El Mayo” Zambada, quien junto con Guzmán Loera fundó la organización.
Sus testimonios han sido clave para atrapar a otros 54 integrantes de los cárteles de Sinaloa y de los Beltrán Leyva. También habrían proporcionado datos importantes que llevaron a la segunda captura de Guzmán Loera en febrero de 2014.
La pequeña Sinaloa
Al igual que Guzmán Loera, Los Flores tiene sus raíces en el estado mexicano de Sinaloa. Gracias a las relaciones de su padre con cárteles mexicanos, la primera organización con la que trabajaron fue la de Los Beltrán Leyva, que a principios de siglo tenía una alianza con “El Chapo” y su gente.
Después de su primera fuga de la cárcel de máxima seguridad de Puente Grande, Jalisco, en enero de 2001, “El Chapo” y “El Mayo” conocieron a los gemelos gracias a Arturo Beltrán Leyva, muerto en 2009 en un enfrentamiento con la Marina mexicana.
Con sus nuevos socios se convirtieron en los grandes distribuidores de cocaína y heroína en Chicago, que partía desde una zona bautizada como “la pequeña Sinaloa” hacia distintas ciudades de Estados Unidos.
En la pequeña Sinaloa lograron reclutar a unos mil pandilleros que ayudaban en la operación y la logística.
Entre 2005 y 2008 lograron distribuir cargamentos por un valor de 1.800 millones de dólares en Chicago, Columbus, Cincinatti, Detroit, Milwaukee, Nueva York, Filadelfia, Washington y Vancouver, en Canadá, según un comunicado del Departamento de Estado fechado el 27 de enero de 2015.
Un documento público del FBI (Buró Federal de Investigaciones) señala que distribuían desde Chicago entre 1.500 y 2.000 kilos de cocaína al mes que enviaban escondida en techos falsos de cabinas de camiones de carga. Usaban el mismo método para enviar dinero en efectivo a Guzmán Loera en México.
Pedro era el cerebro detrás de las operaciones y Margarito era quien sostenía reuniones con los clientes y se encargaba del traslado de la mercancía. Ambos tienen ahora 35 años y se encuentran cumpliendo condena en una cárcel cuyo nombre se mantiene en secreto.
Almazán afirma que tal vez “El Chapo” y los gemelos se entrevistaron sólo un par de veces, ya que su enlace con el cártel era Jesús Alfredo Guzmán, uno de sus hijos, con quien además lograron tener una relación de amistad a través de la cual lograron acceder a información privilegiada.
“El Chapo pudo haber buscado muchos distribuidores, pero encontró a estos dos que eran muy buenos en lo que hacían y gracias a ellos se convirtió en el enemigo público número uno en Chicago y llegó por primera vez a la lista de los más ricos de Forbes”, dice Almazán.
Pero en 2008, cuando se rompió la alianza entre Sinaloa y Los Beltrán Leyva, los hermanos Flores debían escoger un aliado. Temerosos de quedar en el medio de una guerra de bandas y más aún por lo que pudiera sucederles a sus esposas por entonces embarazas, decidieron entregarse a las autoridades federales que por entonces ya les pisaban los talones.
Después de recibir sentencias de cadenas perpetuas por importación de droga, distribución y blanqueo de dinero, empezaron a cooperar con el gobierno norteamericano y brindaron información, incluyendo 70 grabaciones que dan cuenta de las operaciones de “El Chapo”.
En represalia, en 2009, su padre, que había regresado a México, fue secuestrado y asesinado. En el vidrio de su auto quedó un mensaje: “Para que se callen”.
El patriarca nunca les perdonó que se hubieran convertido en informantes de la DEA, declaró la esposa de uno de los hermanos Flores a la cadena Univisión.
Bajo los seudónimos de Mia y Olivia Flores, las mujeres de los gemelos, que viven bajo protección, publicaron recientemente en Estados Unidos el libro Cartel Wives (Esposas del cártel), en el que narran sus vivencias mientras sus parejas trabajaban para “El Chapo”.
A cambio de información, en 2015 lograron que su sentencia se redujera a 14 años de cárcel. Al cumplir el 85% de su condena, podrán salir libres y estarán cinco años más bajo vigilancia de las autoridades.
Pero como se señaló durante su juicio, “los hermanos Flores (y sus familias) vivirán el resto de sus vidas en peligro de muerte. La barbarie de los cárteles es legendaria y tienen un lugar especial para quienes cooperan (con las autoridades)”.
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