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Sobrevivientes narran cómo vivieron la masacre de Minatitlán

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La noche de este viernes 19 de abril se convirtió en una auténtica pesadilla para decenas de familias en Minatitlán, luego de que un comando armado ingresó a la palopa en donde se llevaba a cabo un festejo, y sin mediar palabra abrieron fuego en contra de todos los presentes, lo que dejó un saldo de trece personas sin vida, entre ellas un bebé de un año de edad.


De acuerdo con los primeros reportes, el evento estaba programado para concluir a las 22:00 horas; sin embargo, una hora antes, por lo menos tres sujetos de complexión delgada (según el relato de testigos), irrumpieron en el recinto denominado Los Potros, ubicado en el callejón 5 de Septiembre esquina con primero de Mayo de la Colonia Obrera, a un costado de uno de los accesos a la Refinería.




Mientras el tecladista tocaba La vida es un carnaval, de Celia Cruz, hombres y mujeres que se hallaban en el lugar comenzaron a buscar refugio para evitar que las balas, provenientes de armas largas, les arrancaran la vida. Al respecto, una de las mujeres que logró salir viva del lugar refirió:

Era el cumpleaños de mi hermana, cumplía 52, yo venía del baño cuando comenzó la tronadera, no vi cuántos eran porque ya no salí. Perdí a mi hijo, mi único hijo, ya se imaginará el dolor que tengo de ver a mi único hijo muerto, Dios es tan grande que aquí estoy parada, con mi dolor, porque no se puede decir otra cosa, tenía 32 años”.



En el relato que une el rompecabezas de esa noche de confusión, los sobrevivientes narran que incluso fueron apuntados en la cabeza y obligados a mirar cómo otros asistentes a la fiesta eran asesinados:

A las viejitas que estábamos bailando nos apuntaron. Sí, mataron a varias viejitas. No sé cuántos eran, yo lo que hice fue aventarme debajo de la mesa, a mi me apuntaron, pero me encomendé a Dios y le dije: perdóname señor y que se haga tu voluntad. Se me hizo eterno, pensé que no iba a terminar. Éramos como 50, éramos puras señoras”.

Otra de las asistentes, que también perdió a su hermano, describió que al pequeño de un año, que vestía playera amarilla, short de mezclilla y tenis negros, le dispararon a quema ropa:

Seguía más, yo dije, fue un balazo, pero fue una rociadera porque estaban muertos y ahí mismo le seguían dando. Al bebé lo siguieron rematando, le dieron en el corazoncito, cómo no se van a dar cuenta si lo traía la mamá cargando. A la mamá también le dieron. Yo creo que el papá lo quiso cubrir, pero le dieron en la cara”.



Las versiones indican que, en efecto, los pistoleros buscaban a alguien, pero a pesar de que mataron a más de una decena de personas, todavía se dieron el lujo de torturar psicológicamente a quienes sobrevivieron, pues los obligaron a observar cómo los acribillaban:

A los que estaban agachados les decían que voltearan a ver a los muertos, les volvían a dar. Que los miraran, volteabas a verlos y te decían voltéate. Creo que buscaban a alguien, te apuntaban a la cabeza o la espalda con armas largas. Eran como seis personas, yo solo vi al que me estaba apuntando, solo decía: en tus manos encomiendo mi espíritu, perdóname, perdóname, me cubro con tu sangre preciosa y grité: ‘la sangre de Cristo tiene poder’, el hombre se dio la vuelta y ¡pam! le dio al que estaba a lado; ¡pam! le dio al que estaba del otro lado y dije, me va a tocar en la espalda, pero se fueron. Luego vi a mi comadre, yo le decía párate, manita, párate; pero no, ya la habían matado”.

Algunos otros sobrevivieron porque se fueron temprano, indicaron que estas fechas son para ‘guardarse’ y no para estar de fiesta:

Dios me sacó a mí y a mi hijo. Es una desgracia tan grande, yo presentía algo muy feo, por eso me fui también. Son días sagrados. Esto es un llamado del señor para que no lo abandonen”
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