Hace nueve días el mundo se paralizó al saber que el llamado juicio del siglo llegaría a su fin y, con ello, se escribiría el destino de uno de los narcotraficantes más grandes de todos los tiempos: Joaquín Guzmán Loera, mejor conocido como El Chapo Guzmán, quien fue líder del Cártel de Sinaloa durante más de dos décadas.
El jurado informó, en punto de las 11:46 de la mañana de dicho día, que el capo mexicano había sido declarado culpable de los diez cargos que se le imputaban. Unos minutos después revelaron que su sentencia es cadena perpetua.
Sin embargo, la pesadilla para la familia Guzmán no acabó ahí, pues Joaquín Guzmán López y Ovidio Guzmán López, hijos del capo mexicano, fueron acusados por el Gobierno de Estados Unidos de conspiración para la distribución de cocaína, metanfetamina y mariguana en dicha nación.
El fiscal general adjunto Brian A. Benczkowski de la División de lo Penal del Departamento de Justicia y el Agente Especial a Cargo Scott Brown de la Oficina de Campo de Arizona de Investigaciones de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de Inmigración y Control de Aduanas (HSI, por sus siglas en inglés) hicieron publica la acusación contra los hijos de Guzmán Loera.
Joaquín Guzmán López, de 34 años, y Ovidio Guzmán López, de 28 años, están señalados formalmente por que presuntamente, desde abril de 2008 hasta abril de 2018, conspiraron para distribuir narcóticos desde México y otros lugares a la Unión Americana.
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