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Líder Zeta elegía a esposas de internos para "tirarselas"

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Entre 2010 y 2011 esta prisión sirvió como búnker de Los Zetas para asesinar y disolver en diésel los cadáveres de sus víctimas, revela informe El Yugo Zeta.Oficialmente era una cárcel, pero en su interior la prisión estatal de Piedras Negras, Coahuila, era el centro de operaciones de ''Los Zetas'', y donde se podía modificar vehículos y confeccionar uniformes, disolver en diésel los cadáveres de sus víctimas e incluso lugar donde el líder zetas tenía relaciones sexuales con las esposas de los internos.

Entre 2010 y 2011 esta prisión sirvió como búnker de unos de los carteles más sanguinarios del país sin que las autoridades penitenciarias hicieran algo para impedirlo, según el reporte ''El Yugo Zeta'', elaborado por El Colegio México y basado en documentos oficiales, testimonios y datos públicos. 

El informe fue dirigido por los investigadores Sergio Aguayo y Jacobo Dayán, revela un expediente de la fiscalía estatal de mil 535 hojas con un centenar de declaraciones que describen una surrealista vida criminal dentro de la prisión.

En el reporte se lee que junto al área donde asesinaba y deshacía los cuerpos de las víctimas se levantaba una de las torres de vigilancia del penal, el cual era controlado por ''Los Zetas''.

El informe calcula que el cártel reunía el equivalente a unos 75 mil dólares al año. Los sobornos eran simbólicos, desde los 50 dólares al mes para un guardia raso a los 500 del director del penal, e iban acompañados de intimidaciones. 

Los privilegios

El jefe zeta de la cárcel, era un ex policía municipal preso ahí y cuya identidad no se menciona en el documento, lo mismo salía del penal a tomar un café custodiado por guardias que se liaba a disparos "por pura diversión" o seleccionaba a esposas de los internos para mantener relaciones sexuales.

Sin duda la tarea más delicada y mejor pagada era la de los "cocineros", los encargados de disolver los cadáveres. Según los testimonios, algunas víctimas llegaban vivas y eran asesinadas allí mismo de un disparo o un martillazo en la cabeza. Algunas eran desmembradas antes de quemarlas con diésel en tanques de 200 litros. 

El informe contó con el apoyo del gobierno estatal, de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y de colectivos de víctimas. Los investigadores dicen que la Procuraduría General de la República y la Secretaría de Relaciones Exteriores no entregaron información. 

Los investigadores aseguran que miembros del gobierno estatal y del federal sabían lo que ocurría en el penal. La Comisión Nacional de Derechos Humanos dijo públicamente en 2011 que la prisión estaba controlada por los internos. El reporte de El Colegio de México asegura que "algunos funcionarios fueron testigos presenciales de un secreto a voces". 
Los Zetas tenían su propia cárcel dentro del penal

Denominada "El Monte" y ubicada dentro del el área de máxima seguridad del penal. Ahí eran internados los internos que cometían alguna infracción y a los secuestrados del exterior mientras se negociaba el pago del rescate. El lugar podía estar muy concurrido, ya que en una ocasión llegaron a tener 50 internos castigados.

''Los Zetas'', portaban armas cortas y radios de comunicación que les permitían controlar todas las áreas del penal. Periódicamente entraban Zetas del exterior con armas largas.

La cárcel también operaba como un depósito de drogas y, según las declaraciones rendidas en los juicios en Estados Unidos, los criminales contaban con un taller para "arreglar" autos y adaptarlos para transportar, vender y distribuir estupefacientes.

También manufacturaban fundas para chalecos antibalas, fornituras, cintos de tipo policial, tirantes para colgar armas largas, fundas para cargar pistolas y cargadores, este era el único taller en el que trabajaban algunas mujeres. Además esta cárcel servia como base social para el reclutamiento de sicarios.
Castigos

Entre los castigos más frecuentes que aplicaban en esta prisión eran los tablazos: con una tabla de madera y bates de aluminio se les pegaba a los internos en sus glúteos. Esta costumbre viene de los ritos de iniciación en colegios militares.

Un reo declaró que el líder zeta que controlaba la cárcel dio tablazos al director del penal, a los guardias y hasta a los celadores.
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