Ésta es la historia del informante del FBI que engañó al líder del cártel de Sinaloa y lo puso frente a agentes encubiertos estadunidenses que se hacían pasar por mafiosos italianos.
México Cuando Joaquín Guzmán Loera ya había conquistado el mercado estadunidense de la cocaína, quiso expandir su negocio, llegar a Europa. Pidió a sus colaboradores cercanos que buscaran contactos, que hicieran networking y le trajeran posibles socios, rutas, formas de llegar al otro continente.
En julio de 2009, Álvaro Rivera Pedrego, miembro del cártel de Sinaloa, se reunió en Agua Prieta, Sonora, con un hombre que para efectos de esta historia llamaremos Alejandro, un delincuente con una historia criminal sólida. Rivera Pedrego sabía de sus contactos con mafias europeas, los socios perfectos para la empresa Guzmán Loera. Le dijo que arreglaría una reunión con su jefe.
Tres meses después, Rivera Pedrego no había conseguido la reunión con Guzmán Loera, pero sí con Jesús Manuel Gutiérrez Guzmán, su primo. Al fin este era un negocio familiar. Alejandro le informó que la mafia italiana estaba interesada.
La organización, dijo el representante de Guzmán Loera, tenía capacidad para enviar 20 toneladas de cocaína en contenedores de carga a Europa, pero la sociedad arrancaría con mil 500 kilogramos y planes de crecimiento.
Cuando los acuerdos estuvieron hechos, llegó el momento de ir con la cabeza de la organización.
Alejandro, Rivera Pedrego y Gutiérrez Guzmán volaron a un lugar en la montaña, cerca de Culiacán, Sinaloa. Guardias armados los esperaban en la pista de aterrizaje para llevarlos con El Chapo. La negociación continuó: distribución, precios, estructura de la organización, calidad del producto, cantidad de exportación, rutas de distribución. Guzmán Loera fue más conservador en sus planes: iniciarían con una tonelada y se enviarían a Europa desde Bolivia, Panamá, Venezuela, Belice o Perú.
Hasta entonces, Alejandro se ostentaba como representante de los italianos, a los que nadie había visto. Gutiérrez Guzmán lo consentía, su gente lo recibía en Culiacán, su cuñado lo paseaba, lo llevaba a comer.
La primera reunión con uno de los capos italianos se acordó en Miami. Alejandro pagaba por esos viajes, porque según dijo Gutiérrez Guzmán más tarde, Alejandro tenía dinero. Los acuerdos avanzaban. El trato entre sinaloenses era 50/50, el riesgo y los gastos del envío lo asumían los mexicanos, pero la llegada del cargamento era responsabilidad de los europeos. El cargamento iría en barco.
Días más tarde, el italiano visto en Miami recibió una llamada de Gutiérrez Guzmán. Le dijo que lo pondría al teléfono con su primo. La llamada está grabada. Un hombre que se entiende es Guzmán Loera le avisa a su nuevo socio italiano que mandaría a sus representantes a Saint Thomas, en las Islas Vírgenes, a reunirse con él. “Hablamos luego, salúdame a tu patrón”, terminó la llamada el sinaloense. A esa reunión llegaron dos capos italianos. Ahí acordaron el precio: los italianos pagarían 2 mil 800 dólares por kilo de cocaína boliviana.
El siguiente encuentro fue en un hotel de Florida. Las conversaciones también fueron grabadas y más tarde presentadas ante un jurado estadunidense. Cada vez más gente atendía las reuniones. Para agosto de 2010 se habían incorporado un hombre de nombre Sergio López Alarcón, el contador y asesor financiero, un tipo que no se despegaba de su computadora y siempre tomaba notas, y Rafael Humberto Celaya Valenzuela, el abogado de los sinaloenses.
Los italianos hicieron una propuesta: preferían que los cargamentos viajaran de Sudamérica a Estados Unidos, y de ahí a Europa. Les parecía más seguro y eran capaces de asegurar que la cocaína desembarcara en algún puerto del noreste de Estados Unidos.
Pero los sinaloenses “estaban muy reticentes de mandar la droga a través de Estados Unidos, muy nerviosos de que tocara EU, y pidieron que fuera enviada directamente de Sudamérica”, declaró el agente Tucker Heap, del FBI, parte de la investigación.
Guzmán Loera seguía cambiando las reglas del juego. En una reunión en Madrid mandó decir a Alejandro y a los italianos, a través de sus representantes, que la mercancía ya no vendría de Bolivia, sino de Ecuador, y que ya no serían socios 50/50: ahora los italianos serían los responsables de que los cargamentos desembarcaran en España y a cambio de eso recibirían 20 por ciento de la mercancía. Por lo menos así lo harían la primera vez. Después de eso ya serían socios. Para eso crearían una empresa fantasma en Madrid.
Donald Fieth, de la fiscalía de New Hampshire, le dijo a una televisora el año pasado sobre la investigación: “(El cártel de Sinaloa) tiene un CEO, lugartenientes con responsabilidades específicas, saben de precios, comparan costos, tienen gente asignada al transporte, finanzas, lavado de dinero”.
Los italianos recibirían el primer cargamento en España, habían hecho pagos en Ecuador. Todos estaban listos para el desembarque, pero en vez de mil kilos de cocaína llegaron 800 de piña.
Algo temía o se protegía Guzmán Loera, que quería pruebas de la seriedad de sus socios. Gutiérrez Guzmán les dio la noticia a los italianos: harían envíos precisamente de prueba. Estaba apenado. Era él el que tenía que dar la cara. Según documentos judiciales, ofreció a los italianos reembolsarlos por los gastos en los que ya habían incurrido. Su jefe quería hacer tres envíos de otra mercancía antes de enviar la cocaína: a un puerto de Andalucía llegaron otros tres cargamentos de fruta, piña y plátanos.
Los italianos recibieron un kilo de heroína y poco más de un kilo de metanfetamina pura que Gutiérrez Guzmán les entregó en Detroit como pago por la inversión previa.
Finalmente la droga vendría de Brasil. Jesús Palazuelos Soto, otro hombre de confianza de El Chapo, viajó a ese país a preparar el embarque. Cuando lo envió, tomó un vuelo a España.
El 27 de julio de 2012, después de tres años de planes y negociaciones, llegó el primer envío de cocaína proveniente de Brasil a Algeciras, España. Miembros de la mafia italiana recibieron 346 kilos. Como había sido el acuerdo, ellos lo desembarcaron. El valor del negocio era de 480 millones de dólares.
Los sinaloenses estaban contentos. En las conversaciones que se presentaron en el juicio, Samuel Zazueta, el más novato de los participantes sinaloenses, dice que quiere seguir participando en futuros envíos. Empezaban a conquistar Europa y más allá. Los italianos les habían dicho que distribuirían hasta Japón.
Pero… la realidad era otra. La droga no iba a Japón ni a Italia: había sido decomisada al momento que tocó tierra española.
El 7 de agosto, Gutiérrez Guzmán, Celaya, Zazueta y Jesús Gonzalo Palazuelos fueron detenidos afuera del Hotel Palace de Madrid y más tarde extraditados a Estados Unidos.
Zazueta, un hombre de 40 años que creció en una familia humilde de Sinaloa, que asistía a la Iglesia Testigos de Jehová, era esposo de Azalea, hermana de Gutiérrez Guzmán. Vivían en Culiacán, en la casa de su cuñado, al que Zazueta le hacía mandados. Uno de esos fue atender y pasear a Alejandro y los otros socios cuando visitaban Culiacán. Poco a poco fue haciendo trabajos más importantes y terminó detenido en España con otros tres. Según una investigación de Univisión publicada en febrero de 2015, Zazueta fue el encargado de abrir la empresa fantasma que recibiría los envíos en España. Zazuega aseguró a un juez que no era más que el mandadero de su cuñado el rico, el narco. Se declaró culpable y aceptó cooperar con la fiscalía.
Celaya tenía ambiciones políticas, había sido precandidato a diputado por el PRI en Sonora. En el juicio su abogado dijo que “tenía ambiciones políticas y con su pequeño bufete de abogados no tenía forma de ganar la cantidad de dinero que se requiere para una campaña política. Se involucró porque necesitaba el dinero”. Es el único que no se declaró culpable y fue juzgado y sentenciado a 120 meses en prisión.
Gutiérrez Guzmán es el primo de El Chapo, nació en una familia de narcotraficantes y se había dedicado siempre al negocio. Se declaró culpable y logró un acuerdo con la fiscalía. Su sentencia es de 16 años.
Todos los mafiosos italianos eran… agentes infiltrados del FBI.
Alejandro, un informante con muchas habilidades, y según Gutiérrez Guzmán, con dinero a la mano. El FBI le entregó no menos de 100 mil dólares para sus gastos, y por su colaboración le regresó propiedades que le habían sido confiscadas. El Chapo y su gente lo descubrieron tarde.
(La fuente de este texto son los documentos judiciales en el expediente de la Corte Federal del Distrito de New Hampshire)
Claves
Las fugas del capo
- El 19 de enero de 2001, Joaquín El Chapo Guzmán se fugó del penal de alta seguridad de Puente Grande, Jalisco, escondido en un carrito de lavandería.
- Había sido internado ahí luego de ser detenido el 9 de junio de 1993 y estar recluido en el penal federal de Almoloya, ahora El Altiplano.
- Guzmán Loera fue recapturado el 22 de febrero de 2014 e internado en el penal de máxima seguridad del Altiplano, de donde se escapó a través de un túnel, el 11 de julio de 2015.
- El 8 de enero de este año fue reaprehendido en Los Mochis.
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