Los cuatro jinetes del apocalipsis, la inseguridad, la violencia, la corrupción y la impunidad cabalgan nuestro país; sus huestes están conformadas por narcotraficantes, funcionarios públicos, diputados, agencias gringas antidrogas, empresarios, policías, banqueros, soldados, agentes del Instituto Nacional de Migración, senadores y las políticas gubernamentales que mantienen en la ilegalidad la producción, el tráfico y el consumo de drogas.
Desgraciadamente Querétaro no es la excepción que pudiera confirmar la violenta regla y, desde que Los Zetas adquirieron el control de las rutas de los migrantes, los queretanos también hemos sido absorbidos por la espiral del terrorismo. He aquí algunos ejemplos que nos mantienen en jaque.
En algún lugar de Tamaulipas, de cuyo nombre nadie quiere acordarse, Los Zetas mantuvieron esclavizados en un narcolaboratorio, entre otros, a dos jóvenes de Tolimán durante cuatro meses. Por fortuna ambos lograron escapar cierto día en que hubo un operativo policíaco que obligó a los guardianes de los prósperos empresarios de las drogas duras a retirarse del lugar, no sin antes amenazar de muerte a los aproximadamente cincuenta migrantes que trabajaban de sol a sol y a pan y agua.
Los cautivos se la jugaron, de cualquier manera, pensaban, estaban destinados a ser asesinados en cualquier momento, fue de esa manera en que los jóvenes de Tolimán pudieron retornar a sus casas. Agradecieron a San Miguel Arcángel el milagro de salvar la vida, sin importar que regresaran con los bolsillos huérfanos de los ansiados dólares.
El 17 de marzo de 2010 desapareció el primer grupo de jóvenes de la Sierra Gorda queretana que iban en pos del american dream. El 5 de abril del mismo año desparecieron otros que, en conjunto, suman 33. Uno de los últimos contactos que hubo con el grupo, fue telefónico, cuando cruzaban Ciudad Valles, San Luis Potosí, feudo de Los Zetas. Es la primera desaparición masiva de queretanos de la que se tenga memoria. Los familiares de los desvanecidos están aterrorizados, durante los primeros meses el temor los paralizó porque no confiaban en ninguna autoridad, pensando, con razón, que policías, ejército, ministerios públicos y funcionarios públicos estaban coludidos con el crimen organizado.
Las angustiadas madres, padres, hermanos y esposas, que viven en el infierno de la incertidumbre, no quieren ni pensar en la situación por la que atraviesan los 33 desaparecidos de los municipios serranos de Landa de Matamoros, Pinal de Amoles y Jalpan de Serra, cuyos nombres fueron revelados por vez primera por la revista Proceso (13/marzo/2011).
Las identidades de quienes pagaron de dos mil quinientos a cuatro mil dólares por ser conducidos al reino del crimen organizado son:
David Martínez, Cristina Martínez, Lorenzo Martínez, José Luis Mendoza Almaraz, José Obispo Mendoza Almaraz, Fidencio Mata Montes, Ismael Mata Montes, Andrés Hernández Gómez, Andrés Martínez Gómez, Manuel Guerrero Villeda, Jacinto González Rodríguez, Ismael Reséndiz García, Alfonso Fonseca Amador, Eustaquio Hernández Gómez, Fidel Barragán Salazar, Martín Ortega Huerta y Jesús Rodríguez Martínez.
También Édgar Pantoja González, Evodio Flores Ortiz, Román Castillo Briseño, Abraham Sáenz Díaz, Jonavad Reséndiz Ávila, Rafael Rodríguez García, José Luis Mendoza Salazar, Ricardo Ramírez Zarazúa, Ángel Becerril Sánchez, Jacinto González Rodríguez, Paulino Ramos Andablo, Enedino Rojo Urías, César Salazar Landaverde, Juan Carlos González Jiménez, Enrique de la Torre y otra persona, menor de edad, (cuya identidad fue reservada por las autoridades con el fin de “protegerla”.
Lo más relevante que ha ocurrido desde la desaparición de éstos 33 jóvenes es que el gobernador de Querétaro en su momento, y su distinguida esposa, después de más de un año, se entrevistó en privado con los atribulados familiares (Semanario Voz de la Sierra 17/abril/2011).
En marzo y septiembre de 2010, desaparecieron dos personas de la cabecera municipal de Huimilpan, cuyos nombres no han sido dados a conocer.
“Dos habitantes de Huimilpan, Querétaro, se encuentran desaparecidos, al parecer, mientras intentaban cruzar la frontera de los Estados Unidos. El edil en ese momento Saúl Ayala Cabrera, explicó que “uno de ellos era transportista de una línea, se tiene el conocimiento que se dejó de tener contacto con él en el tramo de Matehuala y la otra persona es un padre que fue a dejar a su hijo y otros migrantes a la frontera a Laredo y ya no regresó.” (Semanario Magazine de Querétaro, 6/octubre/2010).
No sólo la frontera del patio trasero de los yanquis es desbordada por la inseguridad y la violencia, en Jalpan de Serra, corazón de la Sierra Gorda queretana, la inseguridad se extiende cual mancha voraz que todo lo engulle a su paso. El sábado 29 de mayo de 2010, mientras se dirigían en un vehículo a una fiesta en Arroyo Seco, desaparecieron otros cuatro jóvenes que responden a los nombres de Efraín Mendoza Reséndiz, Guadalupe Mendoza Reséndiz, Juan Yáñez y Azael Olvera Chavera.
“La desaparición de tres migrantes más originarias de las comunidades de El Pocito, El Jardín y La Florida de este municipio (Arroyo Seco). De acuerdo a los datos recabados, las tres personas partieron de sus domicilios en busca del sueño americano y cruzar la frontera hacia los Estados Unidos, reportándose constantemente con sus familiares, sin embargo luego de una llamada que realizaran ya estando en una ciudad fronteriza, se perdió todo tipo de comunicación.” (Semanario Voz de la Sierra, 03/abril/2011).
Manuel Trejo Tavera, del municipio serrano de San Joaquín, fue reportado como desaparecido después de haber viajado a Matamoros, Tamaulipas, con la finalidad de visitar a algunos de sus familiares radicados en aquella ciudad, según nota informativa del semanario Libertad de Palabra (18/abril/2011).
En la Semana Santa de 2011 dos residentes estadunidenses, oriundos de la Sierra Gorda queretana, con la finalidad de visitar a sus seres queridos, cruzaron de noche la frontera norte por Nuevo Laredo, Tamaulipas. Para empezar, los agentes aduanales les confiscaron diversos aparatos electrónicos y, antes de salir de los límites urbanos, una patrulla policíaca les marcó el alto, encañonándolos con metralletas con la intención de despojarlos de sus pertenencias y el vehículo en que se transportaban. Antes de consumar el atraco, al lugar también llegaron dos lujosas camionetas de vidrios polarizados de las que se apearon diez hombres fuertemente armados con sendos cuernos de chivo. Sometieron a los policías, los hincaron y les recriminaron.
—¡Hijos de la chingada!, ustedes no entienden, ¿verdad?
Uno de los hombres bajó de una de las camionetas un enorme machete y, sin decir agua va, cercenó una a una, las cabezas de los uniformados que se estrellaron en el pavimento y se fueron rodando como calabazas. Los asesinos, con la conciencia tranquila por el deber cumplido se treparon a sus trocas, advirtiéndoles a los dos residentes estadunidenses oriundos de la Sierra Gorda queretana.
—¡Órale, a chingar su madre a otro lado, den gracias a Dios que hoy andamos de buenas!
Los asustados hombres se subieron a su vehículo, el conductor no podía ni encenderlo. No lo pensaron dos veces, desanduvieron el camino, regresado a Houston, Texas, sitio en el que llevan radicando más de 20 años.
El miércoles 11 de mayo de 2011 fueron ejecutados en Nuevo León, Andrés González Ramírez, David González Juárez, Jacinto Hernández Gómez, David Julián Marcial y Juan Marcial Genaro. Los cinco pertenecían a la etnia ñañho, oriundos de Santiago Mexquititlán, Amealco, quienes, al igual que miles indígenas de aquel lugar, salieron en busca de mejorar sus ingentes condiciones de vida. (Con información de Estrella Álvarez, diario Plaza de Armas, 16/mayo/2011).
Al parecer las autoridades locales tuvieron el sensible gesto de enviar una corona fúnebre a los afligidos deudos de los difuntos.
0 comentarios:
Publicar un comentario