México. Nadie le puede decir, nadie le puede contar. Emilio ya ha probado de todo, desde el crack, anfetaminas, tachas, mariguana, cristal y los llamados chochos. Sin embargo, dice que ya no los consume, que ya no le gusta ninguno, a excepción de la mariguana.
Emilio de 29 años de edad y padre de un pequeño de siete años se encuentra en libertad condicional desde hace algunos meses, pasó sus últimos cinco años encerrado en una cárcel por el delito de robo. Ahora disfruta del aire fresco, de la libertad y está conociendo de nuevo su ciudad.
Violencia
Aceptó hablar un poco sobre los reclusorios, los cuales se encuentran sobrepoblados, no solo en la Ciudad de México, sino en muchos estados del país. Según datos de la Comisión de Derechos Humanos, por lo menos en el centro de reclusión de la Ciudad de México, el agua no abastece, los alimentos escasean, no se permiten las visitas familiares, la corrupción está por todas partes y en todo el personal de la prisión, y por supuesto la violencia se vive día a día frente a los ojos de la autoridad.
Pese a que las cárceles tienen el objetivo de ayudar a los internos a regenerarse y volver a la sociedad como nuevas personas, de bien, para Emilio no lo fue así, sin embargo comenta que le fue muy útil para convertise en alguien más consciente, aunque también su rencor aumentó.
Al inicio es difícil, y más sino cuentas con el dinero suficiente para comprar tu seguridad, pero al poco tiempo se va acostumbrando al ritmo de vida.
"Los custodios son los más corruptos", afirma Emilio.
La violencia está a la orden del día, no solo entre los prisioneros, sino también con la autoridad. Son a veces los custodios quienes ejercer actos violentos, sobre todo contra personas que no tenían la solvencia económica, pues en palabras de Emilio, la corrupción está presente en en todos los niveles de gobierno pero también dentro de las cárceles mexicanas. Él lo vivió y por eso decide contarlo.
Extorsiones y drogas
A veces no hay para pagar por la seguridad, y no queda de otra más que conseguir dinero a cualquier costo. Muchos internos practican la extorsión telefónica y al tráfico de sustancias ilegales en el interior. Hay artículos en la ley que restringen la venta de drogas, al menos en la Ciudad de México, pero al parecer, todos hacen caso omiso, incluyendo a la autoridad.
"Mariguana y coca eso está permitido para toda la población, porque quien vende paga una concesión."
Muchos internos las consumen constantemente; algunos ya las han ingerido antes pero hay quienes no. Emilio cuenta que estas sustancias les ayudan mucho para sobrellevar el estrés que genera el estar encerrado día y noche. Muchos las consideran como un mal necesario.
La pregunta es ¿cómo la consiguen? Emilio cuenta que son las mismas mujeres y familia quienes las meten a la prisión.
"Pues cuenta la leyenda que las mujeres se lo incrustan en su parte. Algunas son familiares o ya hay como un grupito específico que entran como visita".
Precios
El consumo de droga dentro del penal, por supuesto que causa problemas. Emilio narra que los reclusos son capaces de robar tus cosas, inclusive hasta matar para poder consumirlas.
Al menos en la prisión donde él estuvo encerrado afirma que drogarse es algo tan cotidiano.
"La mota la fuman hasta en la Biblia, en cualquier hoja. La piedra casi igual, en pipa y en lata. En gotero casi no, porque es de vidrio y no permiten meterlo", señala.
Hablando de precios, indica que el gramo de mariguana cuesta $5, el gramo de cocaína $44 y el de piedra alrededor de $300, pero la calidad es inferior, lo cual no afecta en la compra, pues aunque sea de la peor, los reclusos la compran.
El alcohol también lo consumen, pero es difícil de conseguir, y además es mucho más caro, cuesta $2000 y hay que pagarle a un policía para que puedas tomartela agusto. Mejor prefieren el pulque, pues es más económico y lo pueden hacer ellos mismos. El exrecluso señala que había internos que se tomaban el gel antibacterial con coca cola.
No quiere volver
Emilio no desea regresar a la prisión, sin embargo acepta que hubo momentos buenos, los cuales recuerda y fueron fundamentales para aguantar la presión y la depresión de estar encerrado.
"Yo creo que lo que extraño son los momentos que fumábamos todos juntos mariguana, escuchando música, platicando. Eso era relajante", comparte pero afirma que jamás serán motivo suficiente para volver a las cuatro paredes de su dormitorio.
No es nada oculto, la autoridad lo sabe, los encargados de los penales lo saben, pero nadie quiere hacer nada, ¿por qué?, quizá hay alguna conveniencia para ellos. Lo que sí es una realidad, es que la situación al interior de las cárceles mexicanas es muy precaria, a veces hasta inhumana, donde solamente el más fuerte sobrevive.
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