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La caída de Osiel Cárdenas, el ascenso de Los Zetas y el surgimiento de La Familia Michoacana

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Al empezar el siglo el cártel que domina el negocio de drogas prohibidas en Michoacán es el llamado Cártel del Milenio, una suma de dos redes locales, la de la familia Valencia, que opera en Michoacán en alianza con el Cártel de Tijuana, de los Arellano Félix, y la banda de los Amezcua, que ha construido discretamente un pequeño emporio de producción de metanfetaminas en el estado vecino de Colima. Osiel se une en Michoacán a una pequeña banda llamada La Empresa, que ha roto con el Cártel del Milenio, y se ofrece como aliado en el territorio. 


El jefe de La Empresa es Carlos Rosales, apodado El Tísico, un guerrerense que al parecer fue un tiempo guardia comunitario, cuyos lugartenientes son Nazario Moreno, El Chayo, un migrante entrenado en el tráfico y la religión durante su estadía en Estados Unidos, y José de Jesús Méndez, El Chango, un traficante de marihuana de Michoacán hacia Reynosa.


El Tísico ha tenido un problema personal con Armando Valencia, uno de los jefes del Cártel del Milenio. Su esposa Inés Hernández Oseguera, con quien El Tísico ha tenido un hijo, se ha puesto a vivir con Valencia, a quien le ha dado otro hijo. El Tísico ha roto entonces con el Cártel del Milenio y ha creado La Empresa y ofrecido a Osiel Cárdenas y al Cártel del Golfo una base de entrada a Michoacán.

Los Zetas entran a Michoacán de la mano de La Empresa, pero se toman pronto todo el cuerpo. Establecen su base en Apatzingán, corazón de la Tierrra Caliente, y se despliegan sobre la zona. Es un despliegue particularmente violento que desplaza al Cártel del Milenio, con 100 ejecutados en 18 meses y el control sobre la región, la ruta y el puerto Lázaro Cárdenas ambicionado por Osiel Cárdenas. Las extorsiones crecen como plaga sobre productores de aguacate y limón, muy prósperos en la Tierra Caliente, pero también sobre otros negocios, grandes y pequeños que engrosan “las filas de contribuyentes forzados del impuesto zeta”.

En 2002 matan a Guzmán Decena, con relativa facilidad para tratarse de quien se trata: mientras come en un restaurant de mariscos. Pero Los Zetas siguen, ahora bajo el liderato, más impersonal y temible aún, de Heriberto Lazcano, El Lazca, cuya fama sanguinaria no hace sino crecer.

En 2003 cae preso Osiel Cárdenas en una historia digna a la vez de la tragedia clásica y de una mala novela moderna: una gitana le lee la mano y le dice que alguien cercano habla mal de él. El único cercano que hay en el entorno de Osiel, que vive en eterna fuga, es su valet y amigo Paquito, de quien empieza a sospechar. Cuando Paquito descubre que Osiel sospecha de él, sabe que irremisiblemente lo matará. Se entrega a las autoridades como testigo protegido y les da las claves para detener a Osiel, entre ellas su hábito de hablar todos los días con su familia en Matamoros y los números de los 30 teléfonos celulares que el propio Paquito ha organizado para que su jefe y amigo hable por uno distinto cada día y sea inmune a las intervencions telefónicas.

Al momento de la detención de Osiel Cárdenas, Los Zetas son ya 300. No sólo militares de elite, también sicarios selectos de otras procedencias, pero todos con la disciplina del origen. Máquinas disciplinadas de matar. La prueba de que hay ese nuevo actor mortífero en las guerras del narco llega para los enemigos del Cártel del Golfo en el año de 2004, cuando el Cártel de Sinaloa, luego de un reagrupamiento y algún pacto con el Cártel de Juárez, decide tomar la plaza de Nuevo Laredo para dar inicio a la conquista de Tamaulipas. El jefe del brazo armado del cártel sinaloense, Arturo Beltrán Leyva, recluta pandilleros de la frontera y miembros de los temidos maras salvatruchas para asaltar Nuevo Laredo. En enero de 2004 hay más de 100 asesinatos en la ciudad fronteriza. Más de 600 en todo el estado de Tamaulipas ese año. Casi todos del lado de los invasores.

Los Zetas explican a sus rivales la razón de los muchos cadáveres que aparecen tirados en las calles de Nuevo Laredo. Dejan una manta que dice: “Chapo Guzmán y Arturo Beltrán Leyva. Manden más pendejos como estos para seguirlos matando”. La masacre de Nuevo Laredo deja claro que los temibles sicarios de las guerras previas nada tienen que hacer en la era de Los Zetas. Se trata, dice Guillermo Valdés, de “un verdadero punto de inflexión en la historia de la delincuencia organizada en México: el de organizaciones criminales apoyadas en verdaderas maquinarias para matar”.

La epidemia criminal de Nuevo Laredo produce el primer operativo de ocupacion militar y policiaca de una ciudad: la operación México Seguro, del año 2005, último de la presidencia de Vicente Fox. Será el modelo de intervenciones posteriores, en particular la de Michoacán, de 2007.

En octubre de 2004, en otro escenario, aunque en una vía parelela del conflicto que estallará años más tarde, es detenido Carlos Rosales, El Tísico, jefe de La Empresa michoacana. Sus herederos, Nazario Moreno, El Chayo, y José de Jesús Méndez, El Chango, descubren al subir en la escala que la cuenta de sus negocios con Los Zetas les son desfavorables. El grueso de las rentas criminales va para Tamaulipas o se queda en Los Zetas. En particular parece haber una disputa por las rentas del puerto Lázaro Cárdenas, la verdadera gallina de los huevos de oro de la ocupación de Michoacán. Al liderato de El Chayo Moreno y el Chango Méndez, se ha incorporado en esos años Servando Gómez, La Tuta, profesor normalista cercano a las células del llamado Ejército Popular Revolucionario, un linaje resistente de la guerrilla de los setenta que sobrevive en la montaña de Guerrero y en la Tierra Caliente michoacana.

El Chayo, El Chango y La Tuta diseñan su separación de Los Zetas con singular astucia. A mediados de 2006 formalizan el nacimiento de una nueva organización llamada La Familia Michoacana, cuyo objetivo es expulsar a Los Zetas de la Tierra Caliente. La oferta criminal de La Familia Michoacana es increíble en sus términos y sorprendente en su efectividad: una mezcla de redentorismo social, patriotismo michoacano, exaltación religiosa, autoridad sustituta y terror criminal. La resume Eduardo Guerrero:

"Servando Gómez La Tuta consideraba que un elemento clave para el éxito de La Familia Michoacana era construir una relación armónica con las comunidades basada en la cooperación y en una lógica de beneficios mutuos, sin terror ni amenazas. Nazario Moreno fue especialmente receptivo a las ideas de La Tuta, a las que les imprimió un carácter evangélico de salvación personal. Justificaron sus acciones bajo la idea de que obedecían a una moral superior. Mediante un discurso que combinaba elementos de reivindicación social, evangelismo y exaltación de la identidad regional, esta nueva organización se presentó en las comunidades de Tierra Caliente como aquella que los liberaría de la opresión de Los Zetas. El elemento clave que permitió a La Familia Michoacana contar con una base social fue su capacidad para distribuir bienes y servicios. Para lograrlo el cártel puso en práctica una estrategia novedosa, pues además de construir una amplia red de vínculos con la policía municipal, extendió su presencia en las áreas de desarrollo social y obra pública de los ayuntamientos. De esta forma, las comunidades veían recompensada su colaboración mediante la construcción de un hospital, la pavimentación de una calle o el acceso a agua potable y a La Familia le permitió presentarse como una “autoridad” más eficaz para responder a las demandas sociales que el mismo gobierno."

En su primera aparición pública, el 6 de septiembre de 2006, La Familia Michoacana arroja seis cabezas cortadas en una pista de baile de Uruapan. Su mensaje adjunto dice: “La Familia no mata por dinero, no mata mujeres, no mata inocentes, muere quien debe morir, sépalo toda la gente. Esto es Justicia Divina”. Días después explican que su organizaciòn está formada por trabajadores de Tierra Caliente y que su objetivo es terminar con la opresión criminal.
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