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El "Rancho del Diablo" en Tamaulipas

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I. “Los recuerdos más fuertes que tengo relacionados a este desmadre son tres. El primero es la sonrisa de mi tía, que ya es de la tercera edad, saliendo de una farmacia; más que una sonrisa es una mueca de euforia porque logró que le vendieran tranquilizantes sin receta médica. 

El segundo es la cara de mi sobrino aplastándose a la almohada y apretando los ojos la noche del día en que un comando asesinó a su papá, mi cuñado (éste es el más fuerte y el que más me duele). 

El tercero es muy viejo, de hecho es uno de los recuerdos más viejos que tengo de mi papá, que en paz descanse. Mi papá está platicando con mi mamá y la maestra de piano de mis hermanas, quien supuestamente hacía trabajos de brujería además de dar clases de música.


Los tres hablan de un brujo al que llaman El Profesor, un señor que se supone hacía magia negra. El caso es que en un momento la conversación, no recuerdo exactamente cómo, mi papá platica sobre un rancho en el que se hacían rituales satánicos. 

En su relato El Profesor mata niños y los ofrece al Diablo a cambio que sus clientes, la mayoría narcotraficantes, puedan volverse invisibles. El Profesor intercede para que las fuerzas oscuras los ayuden a cruzar, sin que los vean, toneladas de droga al otro lado de la frontera. En mi recuerdo todos están en la sala y hablan muy bajito.

Estoy oyendo la conversación desde la recámara de la maestra de piano, quien me mira de reojo desde el fondo del pasillo; arruga los ojos y la boca mientras me mira fijamente, sin que el resto se percate. Mi papá habla sin pausas sobre las víctimas del brujo, que a lo mejor no eran niños, sino hombres vírgenes, como seguramente lo era un gringo que desapareció en una borrachera del lado mexicano. El gringo fue hallado en pedacitos adentro de una olla de pozole, meses después, en el rancho del Profesor. Recuerdo haber sentido mucho miedo, tanto que empecé a llorar, tanto que mi papá tuvo que entrar a la recámara y abrazarme: No va a pasar nada mientras estemos juntos, me dijo, Yo te voy a cuidar. En mi recuerdo no paro de llorar y me aprieto no a la almohada, sino a su brazo, que huele a loción y humo de cigarro.

El rancho del Profesor fue quemado por la policía, luego de hallarse al gringo hecho pedazos. El consulado había presionado para que la corporación lo buscara, aunque ésta seguro ya sabía su paradero: es probable que la policía avisó al Profesor que allanarían el rancho para que pudiera huir. Años después la policía federal intentó aprehenderlo en un departamento en el que se escondía con dos de sus amantes, un hombre y una mujer adolescentes, en una ciudad del Sur. Durante el intento de arresto se desató una balacera que duró un par de horas durante las cuales el brujo arrojó por la ventana fajas de billetes. 

A mucha gente le valió verga cruzarse entre las balas y corrió a recoger los dólares. Esa gente se fue al infierno con El Profesor, quien murió abatido por una bala impactada en directo en el corazón.

A donde estaba el rancho hoy ya no hay nada. Supongo la gente cree que el terreno baldío está maldito.” 

II. El rancho es el espacio arquetípico en el que se constituyen los paradigmas que caracterizan el universo narco. El rancho El Búfalo, erigido por Caro Quintero y la Dirección Federal de Seguridad en Chihuahua, representa un modelo de esclavitud campesina que desde los ochenta se repite en sembradíos de enervantes en estados como Durango y Michoacán. El Rancho Santa Elena, en Tamaulipas, donde Adolfo de Jesús Constanzo creó un centro de tránsito de mariguana a Estados Unidos, también se organizaron rituales de Palo Mayombe que derivaron en una docena de sacrificios humanos en 1987. Constanzo creó un culto integrado por capos y policías, con quienes celebraba misas negras, prácticas que siguen repitiéndose en algunos círculos del narco. En el rancho Las Mendocinas, Raúl Salinas de Gortari presuntamente cobró casi 18 millones de dólares a los cárteles de la droga para financiar la campaña presidencial de su hermano Carlos. En un informe elaborado a finales de la década de los noventa por la fiscal suiza Carla del Ponte se incrimina al PRI a partir de cuatro encuentros realizados en 1993. Raúl y políticos como Emilio Gamboa y Manlio Fabio Beltrones se reunieron con Juan y Humberto García Abrego, Joaquín Guzmán Loera, Amado Carrillo Fuentes y los hermanos Arellano Félix para, de acuerdo al testimonio de un testigo protegido identificado como El Brujo, pactar acuerdos. Las Mendocinas es un lugar muy simbólico, pues en esas reuniones pudieron haberse gestionado las divisiones “oficiales” de plaza que perduraron hasta la llegada del PAN a la presidencia, cuando las jerarquías tradicionales del crimen organizado se resquebrajaron. El Brujo, alias de un narcotraficante colombiano apresado en Estados Unidos, relató que los asistentes a las reuniones llegaban en helicóptero al rancho ubicado en Puebla, de donde bajaban maletas negras Samsonite repletas de dinero.
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