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"El Pozolero", el sanguinario sicario que "cocinó" más de 300 cuerpos en ácido

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El 23 de enero de 2009 es una fecha especial en la historia del crimen en México. La justicia tenía ante sí a un hombre en apariencia pacífico, llamado Santiago Meza López que vivía en Tijuana, Baja California, donde se dedicaba a la albañilería.

Sin embargo, Santiago Meza López era conocido en el mundo criminal como El Pozolero, un apodo que recibió por dedicarse a disolver los cuerpos de los enemigos del Cártel de los Arellano Félix en tambos llenos de sosa caustica o ácido, esto a cambio de un pago de alrededor de nueve mil pesos a la semana.

Durante años, la familia de los Arellano Félix fueron los que controlaron la plaza en Tijuana.

Meza López tenía una receta muy peculiar, en una tina con capacidad para 200 litros, lo llenaba hasta la mitad de agua, luego dos costales de sosa caustica y al final los pedazos de cuerpos descuartizados. 


Entonces dejaba hervir la mezcla en el fuego por ocho horas para que se desintegraran casi por completo. Lo poco que no se quemaba, como los dientes, las uñas y pedazos de huesos, los llevaba a un terreno baldío donde los quemaba con gasolina y luego los enterraba.

En sus declaraciones consta que durante nueve años disolvió más de 300 cuerpos. Algunas estimaciones señalan que fueron 650, principalmente por órdenes de Teodoro García Simental, alias El Teo, quien primero trabajó para el Cártel de los Arellano Félix y después se separó.

“Yo prefiero mi trabajo a que ustedes se mueran de hambre”, le decía el hombre a su familia, según comentó su esposa Irma en una entrevista.

En 2011 empezaron a salir a la luz narcofosas en el terreno conocido como ‘La Gallera’, en el Ejido Maclovio Rojas, donde El Pozolero enterraba restos de cuerpos.

El ejido está ubicado en la periferia de la ciudad, donde durante meses encontraron entre 14 mil y 15 mil restos de cadáveres en distintas fosas. Ante la imposibilidad de identificar los cuerpos, las fosas fueron selladas.   

El hallazgo más grande ocurrió en agosto de 2017 en un terreno contiguo a La Gallera, gracias a que uno de los sicarios de El Teo dijo a las autoridades que siguieran la búsqueda en la zona.

Ahí se encontraron tres fosas, cada una contenía al menos siete mil fragmentos humanos, algunos sin disolver, y aproximadamente dos mil dientes que fueron y son analizados por las autoridades en la Ciudad de México para cotejarlas con pruebas de ADN de familiares de desaparecidos para darles una identidad en la medida de lo posible.

Para los grupos criminales, si no hay cuerpo no hay delito, pero a pesar de que descuartizan, queman y disuelven en distintas sustancias a sus rivales, en algunos casos queda algún tipo de resto que puede ser identificable por técnicas modernas.

En el terreno de La Gallera permanecen fotos de cientos de desaparecidos, en el piso o pegadas por los padres en paredes semiconstruidas por quienes en el pasado disolvieron los cuerpos.

El Pozolero, quien todavía no ha sido sentenciado, ha declarado que a él solo le llevaban las personas ya muertas. Quienes lo hacían generalmente tenían escoltas tipo patrullas y viajaban en camionetas de donde bajaban los cadáveres.

En sus declaraciones ante la Fiscalía, aseguró que quienes llevaban los cuerpos también los depositaban en las cazuelas y el sólo preparaba la sustancia, los vigilaba y enterraba los restos.
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