Loading...

La venganza de los Zetas, las alcanzó cuando menos lo esperaban. Parte 2

Loading...
Lluvia, 21 años

Quienes conocieron a Lluvia Marisol Rodríguez Ruiz, entonces de 21 años de edad, piensan que llegará un día en el que tendremos que pagar todo lo que hacemos, pero ella, una madre de familia joven, no tenía por qué esfumarse de Piedras Negras así como así.

Su recuerdo habita ahora en la nada, en un montón de papeles de una dependencia del Estado, a la que hace poco acudieron sus familiares a denunciar su desaparición, ocurrida en octubre de 2012. Fue un lunes cuando Lluvia marcó a casa en la colonia Bravo pidiendo una botella de whisky, se escuchaba alterada, como si alguien la obligara a hablar.


El miércoles una llamada entró al teléfono celular de uno de sus familiares. Estaban preocupados por ella, sin ninguna pista. Te voy a decir la verdad. A Lluvia le dieron piso junto con 20 muchachas. Las invitaron a una fiesta con engaños. Ya para que no las busquen.

Fue todo lo que supieron. Lo que es igual a nada. Lluvia vivía con su novio y su hijo de seis años, de hecho era muy amiga de Mónica Larissa Peña. Mayor de siete hermanos, portaba tatuajes de estrellas en tobillo: en la espalda a la Santa Muerte.

Es complicado que en la colonia tal hablen de Lluvia. No es sencillo recordar. — Muchas veces no queremos hablar, hay mucha gente relacionada con ellos. Te vas dando cuenta de lo que pasa por la gente, así nos dimos cuenta de todas las desaparecidas que hubo en esos años. Decían que una de ella se hizo contra (Cártel del Golfo), otra que tenía contacto con los federales. En las reuniones les quitaban el teléfono.

El heredero de La Roca (Piedras) 

El problema de este región es que nadie vio nada. Y cuando no hay nada, no pasa nada. Una de esas fuentes judiciales sin nombre, contó que prácticamente toda la Policía Municipal estaba involucrada con el narco. Entre 2012 y 2013, más de 400 policías estatales y municipales fueron cesados en Coahuila al no acreditar las pruebas de control y confianza que aplica la Secretaría de Seguridad Pública.

— Todos fueron cocineros. Aquí llega todo el mugrero que se va a Estados Unidos. Todos los policías eran cocineros. 

A mucha gente la quemaban viva. Con experiencia en el área de seguridad, contó que por la región pasan alrededor de 40 vehículos diarios para el interior del país, los cuales se internan en brechas para burlar la aduana. Ese fue el territorio que heredó David Alejandro Loreto, Comandante Enano, territorio que fue primero de Los Texas, luego de Cártel del Golfo y del que se adueñaron Los Zetas.

En youtube existen canciones del género gangsta rap dedicadas a Comandante Enano, dos de ellas cuentan parte de su vida, y actuar: “Cuando sale a la calle siempre sale encomendado a San Judas Tadeo y rodeado de sicarios… La roca es su plaza, el gobierno no ha podido, sabe dar la orden, carga cuerno de chivo. Tumbando a los GATE’S, los feos y la Marina… Carga un cuchillo para degollar cabezas”.

Tras el reacomodo del Cártel y la expansión de su estrategia, Comandante Enano tomó la ciudad de Zacatecas, fue acribillado por militares la madrugada del 3 de mayo de 2013, cuando circulaba por la avenida Paseo del Mineral en su camioneta Cheyenne con placas de Tamaulipas. 

Titina y Claudia, 23 y 26 años 

Un mes después de la muerte de Comandante Enano, las hermanas María Cristina y Claudia Bustos Vázquez, de 23 y 26 años de edad, desaparecieron en Nueva Rosita (a una hora de Piedras Negras) a eso de las 05:00 de la mañana.

Y nadie, para variar, vio nada. Habían salido de una discoteca después de celebrar el Día del Padre con su mamá María Alejandra Vázquez Maltos, Candy, una mujer de 42 años de edad que conoció la noche trabajando como cantinera, fue padre y madre a la vez.

Candy sabía de los peligros de la oscuridad, por eso había advertido a María Cristina, Titina, que no se confiara de la noche: mucho menos de Los Zetas. — Conocimos a un Comandante de los viejos cuando trabajaba en las cantinas. Le dije: Te voy a llevar de aquí a otra parte. El problema era que platicaba mucho con los soldados, le gustaban. Ella decía que no porque le gustaran los soldados le iba a poner dedo (señalarlos ante la autoridad) a esos güeyes (Zetas).

Titina respondía:

— A cada rato los veo, a mí no me hacen nada.

Y en su desesperación de madre, Candy explicaba.

— No hija, es que ellos nada más te están tanteando para cazarte. Te van a cazar. Ellos en el momento menos esperado te desaparecen.

Fue la noche del 15 de junio, día del padre, cuando Candy y sus hijos María Cristina, Claudia y Omar decidieron ir a festejar a la cantina Obsesión, en la calle Reforma del centro de la ciudad. Dieron las 03:00 de la madrugada y volvieron a casa. Pero Claudia marcó a un amigo para seguir la fiesta en la discoteca Mangus, el amigo explicó que sólo la acercaría en el coche, pero no se quedaría: Era un lugar donde se metían los viejos, platicó. Omar fue quien intercedió para que otorgaran permiso a las muchachas: Déjalas ir madre. Yo te las voy a cuidar, prometió.

Ya entrada la madrugada, Candy mensajeó al celular de Claudia. María Cristina había olvidado el suyo en casa. — Dile a Titina que se venga porque el niño (recién nacido) quiere pecho.. Alguna de ellas contestó que nomás un ratito más. Eran las 04:00 de la mañana. Fue el último mensaje de ese móvil cuyo rastro desapareció.

Cuatro horas después sonó el celular de Claudia. Una llamada perdida, una alarma, un mensaje. No recuerda, sólo que fue un sonido.

— Yo salté de miedo. Dije: Mis hijas no han llegado ¿Dónde están mis hijos? Lo primero que se me vino a la mente fue: Ya me mataron a mis hijos.

Candy telefoneó a Omar, a Claudia, buscó en compañía de un amigo de la familia rastro en hospitales, en la policía; caminó por el monte, por el llano. Y nada.

Ya muy tarde Omar contestó; se recuperaba de una resaca. Relató que sus hermanas habían salido a tomar un taxi, después regresaron a la disco para telefonear porque no pasaban autos a recogerlas. Él se había quedado en el ligue con una muchacha.

De ahí todo habitó en la nada. — De ahí nadie sabe quién las levantó, nadie vio nada. Nadie habla, tienen miedo. Yo no busco ahorita culpables. Quiero saber dónde las dejaron. Desvelada, angustiada. Ese domingo Candy fue a la judicial, luego a la Policía Municipal, después relató los hechos ante la Procuraduría General de Justicia del Estado. Pegó cartelones; se presentó en las radiodifusoras. Una vez, caminando por la calle una mujer se le acercó. Le platicó con voz de apoyo: Yo también tengo a mi hija perdida.

Y desapareció. Nunca más supo de esa mujer.

La pareja que tenía en ese entonces, con quien duró cuatro años, decidió irse para siempre por una llamada telefónica que recibió.

— Los viejos me amenazaron, a él lo llamaron y le dijeron: Sabes qué, dile a tu pinche vieja que se calle el hocico, porque donde la veamos la vamos a levantar contigo. Titina dejó a un niño de cuatro años que vive con Candy; Claudia a dos niños de ocho y cuatro años, ellos están con su papá.

Ambas trabajaban como obreras en una maquiladora, estudiaron hasta secundaria. Candy sólo piensa en cuidar al pequeño Eliud Noé, aunque, dice, no cederá en la lucha, pese a los riesgos.

Yo no tengo miedo ¿Qué más daño me pueden hacer si ya me quitaron dos pedacitos de mi vida? El día que me agarren, libre no se va a uno de ellos ¡Porque primero le saco los ojos!

Loading...

0 comentarios:

Publicar un comentario