Felipe de Jesús, señalado como el líder del Cártel de Tláhuac, fue despedido por cientos de personas en el panteón San Lorenzo Tezonco, lo que dejó ver que era alguien muy apreciado en su comunidad.
Un grupo de alrededor de 400 personas cortejó hacia el panteón de San Lorenzo Tezonco el féretro donde yacía Felipe de Jesús, alias 'El Ojos', presunto líder del Cártel de Tláhuac. “¡Se ve se siente, Felipe está presente!”, gritaban. Coronas florales iban a la par de la carrosa, sostenidas por gente a pie que fueron llevadas hasta el campo santo.
Jóvenes de la comunidad a quienes años antes 'El Ojos' regaló bicitaxis y les dio trabajo como observadores e informantes de lo que sucedía en las calles, a cambio de dos mil pesos por semana, le sirvieron en gratitud una vez más, para montar puntos de control en las inmediaciones de la colonia Nopalera, vigilando quién entraba a su sepelio y quién salía.
Se trató de un funeral fuera de lo común, Felipe fue despedido como una estrella del espectáculo. Familiares, amigos, trabajadores y músicos, acompañaron el cuerpo en todo momento, rodeados de 200 elementos de la Secretaría de Seguridad Pública capitalina. Desde el aire un helicóptero observaba cada movimiento de los dolientes y curiosos, para que nada se saliera de control.
Al fenómeno que genera aprecio entre las personas que fueron beneficiadas con seguridad, trabajo o favores, remite a algunos relatos o mitos creados alrededor de los líderes de organizaciones criminales, que les dotan un valor social, explica Alfredo Cid Jurado, doctor en semiología.
“Hablamos de un moderno Robin Hood, de alguien que tiene un don y eso le permite llegar a la riqueza y distribuirla entre los pobres. La otra es la historia de El Padrino, la justicia de un capo que controla una zona e imparte un tipo de “orden”. Esto resulta evidente para la gente. Los que reciben favores ven a estos líderes como algo superior, como personas con algún tipo de destino trascendental para la comunidad”, agrega Cid Jurado.
La muerte de 'El Ojos' a manos de elementos de la Secretaría de Marina provocó un caos en Tláhuac. Autobuses de transporte público y camiones de carga fueron incendiados por mototaxistas, producto de la inconformidad de que las Fuerzas Armadas mataran al hombre que consiguió tener el dominio del narcotráfico en el violento oriente del Valle de México.
El minigobierno del Cártel de Tláhuac
La omisión y minimización del delegado de Tláhuac, Rigoberto Salgado Vázquez, con respecto a la instalación y operación del cártel en las calles de esa demarcación, han llevado a que se le señale de tener posibles nexos con el grupo criminal.
El día del operativo en el que los marinos entraron al barrio de La Conchita Zapotitlán y mataron a Felipe de Jesús, Salgado declaró a los medios que no fue avisado de las acciones de las Fuerzas Federales y que ignoraba la existencia del cártel. “Existen personas con problemas de adicción a las drogas”, mencionó, mas no habló de la red de delincuencia liderada por 'El Ojos'.
La falta de justicia por parte del Estado y la corrupción de los servidores públicos, permite que las organizaciones delincuenciales conformen un minigobierno: que da una nueva forma de trabajo, como el narcomenudeo o los bicitaxis y mototaxis; acciones de “justicia”, como responder a actos violentos o legitimar la organización en barrios contrarios; y cobrar a aquellos que reciben seguridad.
No es coincidencia que desde el año 2012 cuando el cártel comenzó a tener mayor presencia en las delegaciones Iztapalapa. Xochimilco, Tláhuac, Milpa Alta, y en el municipio de Chalco, delitos como el homicidio, el secuestro y la extorsión, se incrementaran de manera preocupante.
“Es necesario entender la lógica de las personas que se benefician de las actividades ilícitas de un cártel. Si este les brinda la posibilidad de acceder a una forma de vida mínima, van a seguir y apreciar al líder criminal, más que a un gobernante. La violencia pasa a ser tristemente un efecto secundario, la violencia pasa a ser un efecto colateral”, detalla el semiólogo Cid Jurado.
¿Por qué se quiere más a los criminales que a los gobernantes?
Los dirigentes de la delincuencia organizada son cercanos a las personas de las comunidades donde surgen debido a que la inmediatez de sus acciones se refleja de una forma más cercana que las que ejercen los gobernantes.
“Mientras los gobernantes o políticos sostienen discursos que no son congruentes en muchas ocasiones con sus acciones, los capos tienen una presencia más allegada y por esa razón se arraigan más en el pensamiento de la gente”, indica Alfredo Cid.
Para el doctor en psicoanálisis, Mauricio Porras señala que “la autoridad que ejercen en una población, los hace ver como si fueran ‘padres’. Es decir, se les ve como seres bondadosos, pero también como los que imparten acciones para mantener un control”.
Otro punto que hace que estos líderes obtengan el aprecio de las personas de los lugares donde mantienen un dominio, es la empatía que generan. “Suelen parecerse a los vecinos de una comunidad, incluso en los rasgos físicos, en la forma de hablar. En contraste, el discurso y la forma de vestir de un político se aleja de la manera de vivir de la gente, por lo que no hay una empatía con él”, concluye Cid.
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