Vivía en medio del mismo lujo obsceno que sus antecesores caídos en desgracia. Daniel Menera Sierra, el jefe regional de los sanguinarios Zetas mexicanos.
Cayó en el exclusivo barrio de San Pedro Garza García, en Nueva León, donde días atrás había sido atrapado el líder máximo de la banda narco, Omar Treviño. Menera cayó de la misma manera que Treviño: sin que mediara un solo tiro.
De 33 años, originario de Tiquicheo, Michoacán, Menera era el jefe regional de los Zetas (una banda de paramilitares formada por ex policías y desertores del ejército que decidieron formar su propio cartel narco.
Afuerza de ejecuciones y decapitaciones de sus enemigos) y mantenía su centro de operaciones en Piedras Negras, en el estado de Coahuila.
Menera llegó a Piedras Negras hace ocho años. Ascendió rápidamente en la estructura de delincuentes y asesinos. Y en 2013, tras el muerte de David Alejandro Loreto Mejorado, se convirtió en el encargado en esa región de las operaciones delictivas: tráfico de droga y de migrantes hacia los Estados Unidos. Su trabajo incluía ordenar ataques a corporaciones locales, principalmente a los enemigos del Grupo de Armas y Tácticas Especiales, conocido por sus siglas como GATE.
Dar con él en su lujosa guarida, no fue fácil. La detención de Omar Treviño, el Z42 fue clave para hallar nuevas pistas del grupo que actuaba en Coahuila.
Tras un largo período de investigación y de tareas de inteligencia, que se complicaba por la red de informantes que mantenía Menera Sierra, finalmente fue ubicado y capturado en una operación de la Marina tan sigilosa que ni la Policía municipal o alguna otra autoridad local se dieron cuenta.
Menera no cayó solo. Arrastró con él a cuatro secuaces. A los detenidos se les incautaron vehículos, armas de fuego, droga y equipos de comunicación.
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